Inicié la carrera con la idea de generar un cambio en mi entorno y, aunque no sabía cómo, eso me bastó. Hoy, quiero compartir dos lecturas que me ayudaron a reflexionar sobre ello.
Por Dirección de Comunicación. 10 abril, 2019.El primer libro, “1984” de George Orwell, plantea una ficción en la que una sociedad autoritaria impone el control total de la expresión individual de la persona hasta suprimir su conciencia dejando solo la opción en la ciudadanía del seguimiento de su sistema opresor. Por más raro que parezca no estamos lejos de esa realidad. ¿Cuántas veces hemos pensado que uno mismo no tiene el poder de cambiar el mundo? En algún momento todos hemos sido cómplices con la realidad y ha nacido la indiferencia ante lo que está mal en el mundo. Nos hemos vuelto sordos de tanto escuchar injusticias que se vuelven rutina en las noticias. Nos hemos conformado muchas veces con lo que ya existe, con no hacer nada, por más abrumadores que sean los problemas variados que hay, a no involucrarnos y, al no hacer nada al respecto, nos hemos vuelto parte del problema.
La pregunta que nos deberíamos hacer todos en algún momento es ¿qué puedo hacer yo para mejorar el mundo? Un cantante conocido como Macklemore me ayudó a encontrar la respuesta en unas líneas de una de sus canciones. Dice así: “no trates de cambiar el mundo, encuentra algo que ames, hazlo todos los días, haz eso por el resto de tu vida y, eventualmente, el mundo cambiará.”
Decidí empezar a tomar las decisiones correctas, pero me puse a pensar en cómo saber si mis mejores intenciones me llevarán o no a hacer buenas acciones. Pues en la obra “1984” guerra significaba paz; ignorancia, fuerza y esclavitud, libertad. En algún momento alguien siguió su instinto de que algo no cuadraba y empezó a buscar la verdad. Hoy, nos encontramos en el sitio tal vez más adecuado para empezar esta búsqueda. La Universidad es más que una institución de reproducción académica. Si alguien ha tenido la idea de que se egresa con un diploma en mano y conocimiento en la cabeza, eso es superficial. Es aquí donde tenemos la oportunidad de fomentar nuestro espíritu crítico y reflexivo, pensar y repensar en el mundo más allá de lo que percibimos, buscar respuestas donde todavía no las hay, generar conocimiento.
Este mundo nos distrae muchas veces de esas reflexiones. Por ejemplo, las redes sociales. Pensémoslo así: al igual que el exceso de luz hipnotiza a los insectos, las pantallas en nuestros celulares tienen el mismo efecto en jóvenes como nosotros. Cuando estamos sin Wi-Fi o sin megas o, “desconectados” en cierta forma, nos desconcierta no saber qué hacer porque nos hemos acostumbrado a vivir así. Una de las tareas que a nuestra juventud nos ha tocado aprender es a lidiar con el uso de la tecnología cuando ésta nos sobrepasa. No digo que la tecnología es mala; después de todo es una herramienta poderosa cuando se sabe utilizar, pero no siempre la aprovechamos bien.
Esto me invita a contarles un poco sobre el segundo libro: La Resistencia, escrito por Ernesto Sábato. Nos invita a pensar en la grandeza a la que aspiramos como seres vivos si valoramos la vida en general desde nuestra verdadera dimensión humana. ¿Cuántas veces las conversaciones han sido predecibles en base a esto? El otro nos responde “todo bien y ¿tú?” y nosotros contestamos “igual” y seguimos con nuestras vidas. Qué poco enriquecedora es esta experiencia y aun así la vivimos todos los días.
Cuando dejamos de sentir interés real en las demás personas dejamos de verlas como tales. ¿Cómo debemos entonces contemplar al ser humano? Es difícil de escribir en pocas líneas, pero me basta con decir que somos más que solo nuestros cuerpos, también somos alma. Pero más que eso, somos mucho más por tener cuerpo y alma juntos. Es importante recordar esto en Medicina, porque hasta no hace muchos años primaba una corriente llamada materialismo. Conducía a buscar una explicación somática a toda enfermedad, una causa física. Y así fue como uno de sus mayores logros fue reemplazar el auge de la viruela por el auge del cáncer y lo digo con ironía. Las enfermedades siguen apareciendo, pero el mensaje es que no sólo debemos desarrollar y superarnos en el aspecto científico sino también en el aspecto humanístico, que fue dejado de lado por muchos profesionales de la salud como comprobamos en los medios. Miremos al paciente como lo que es, persona.
(Por Ever Zapata, alumno de tercer año. Facultad de Medicina Humana de la Universidad de Piura. Texto extraído del discurso dado en la Clase Inaugural de Medicina 2019).